martes, 8 de enero de 2008

corto mano corto fierro

"Para mí luego de Saer, la narrativa argentina es intrascendente o ¿inconsecuente? o ¿inconsistene?" dijo ella (su primer idioma es el inglés). Intrascendente está bien dije yo sin poder evitar que se notase cierta perturbación en mi voz. El juicio reconozo, me perturbó; no porque ya lo hubiera escuchado otras veces de boca de ella como de otra boca, y entonces me sonara a frase prestada, que fue lo que dije en ese momento. No, tampoco porque me diera cuenta de lo irreversible e irremontable de la situación, lo cual también era cierto. No: iba poco más de un mes de conocerla cuando el idilio comenzó a fallar. No es que habláramos habitualmente de literatura, pero ese día en que en nada parecíamos estar de acuerdo se me ocurrió cambiar de tema , ser un poco más flexible y fue por eso que mencioné el libro que mi hermana me había prestado (La mujer justa de Sándor Márai) en el que una situación era narrada desde tres puntos de vista diferentes con lo cual para qué emperrarnos nosotros en demostrarnos nuestras tercas razones. Pero claro yo seguí refiriéndome al libro y su fácil aunque poco seductora lectura por lo poco literaria, decía yo. De ahí no sé por qué se me ocurrió una comparación por opuestos (displacer-placer) que me provocaba la prosa de Bolaño, y al hablar de Bolaño me empecé a sentir mejor, pero claro, ella me interrumpió para decirme que Bolaño la aburría y ahí sí esputar su famosa frase de "todo lo de después de Saer...", y que no teníamos por qué estar de acuerdo en todo, y que eso no significaba una agresión y que por qué me lo tomaba personal. Claro que no me contuve aclararle que Bolaño era chileno, y mexicano, y hasta catalán. Pero agresión, lo que se dice agresión también la sentí. A la noche volví a dormir solo, o mejor dicho con la edición de Anagrama de Los detectives salvajes, de la que por mera casualidad releí sus páginas 163 a 167.