lunes, 30 de junio de 2008

Dos cuentos berlineses

1. VIERNES EN UN SÓTANO

Una hilera de butacas de cine dispuesta a lo largo de una pared. Suena una música que no es electrónica. En una butaca a mi lado, Tania se manosea con un rubio. Cada tanto y sin intención, yo también recibo una caricia en la nuca, que interrumpe brevemente mi besar el hombro de Anke. Llega Lorenzo, hablamos los cinco. Los italianos se van. El rubio alemán putea al género femenino. Yo me doy vuelta para seguir besando a Anke, ahora en la escápula. Pasa un tiempo; pasa un peruano de largos cabellos. Anke retira mi mano de su pecho, no con rudeza pero con determinación, se levanta y parece seguirlo. Me quedo casi solo porque sus cosas todavía están a mi lado. A los seis minutos me pongo de pie, dudo hacia dónde caminar, pero voy y le digo con una pretendida sonrisa y tratando de interrumpir lo menos posible:
-Anke, me voy.
-¡Uy te vas! Disculpá, pero es así.
Mi sonrisa se agranda. Cinco pasos más tarde me encuentro con Tania, que ahora está sola y con una expresión un tanto confusa. Intercambiamos un par de palabras y me dice por ejemplo que alguien que escribe sólo poesía no es un buen escritor. Le digo casi suplicante:
-Pero Ungaretti, pero Neruda...
Su mirada dice que ellos pueden ser pero yo no.
A la salida alguien pasa, yo tímidamente lo paro y con un tono de exagerada humildad pregunto:
-¿Dónde queda Alexander Platz?


2. LA DESILUSIóN EN FORMA DE CARCAJADA O DE LíQUIDO BLANCUZCO EN UN VASO DE SODA

Caminaba con Jürgen por el barrio de Mitte en busca de algún bar luego del concierto de la sinfónica de Berlín; divisamos la inauguración de una muestra en una galería de arte, y sin decirnos nada entramos, tal vez ambos con el mismo pensamiento: vino gratis.
La muestra consistía básicamente de papeles para empapelar dispuestos precisamente en la pared pero como si fueran cuadros y con inscripciones (una por cuadro) de avisos tomados de las secciones personales de distintos diarios, según el mismo artista explicaba a Jürgen. Los avisos estaban en alemán, circunstancia que me llevó al encuentro de la bella Nao, por una salvadora traducción.
Nao no es alemana, su inglés no es tan bueno, así que amablemente me traduce los amorosos avisos al francés.
Ella está con un conocido de hace pocas horas y los cuatro acordamos en ir a un bar donde podemos bailar música árabe. Nao se mueve de una manera tan sexy, que me siento avergonzado por el contraste que se produce entre ambos. Pero cuando sus antebrazos rozan mis orejas y su cara se acerca juguetonamente, presiono firmemente su pelvis contra mí, y giramos incontables veces; bailar parece ahora tan natural.
Por supuesto a lo largo de la noche ella coqueteará con cada hombre que se le acerque y está bien, porque mientras tanto yo discutiré con su conocido acerca de la tristeza oriental y de la particular relación que los egipcios tienen con la muerte.
A la hora de irme ella viene conmigo.
Armonías de Bossa Nova invaden el cuarto; sus piernas se despliegan en actitud de espera sobre la cama. Y estas dos cosas parecen anticipar la desilusión de mañana en el vaso de soda y en mi carcajada, que simula la de un egipcio queriéndose librar de su idiosincrasia.

jueves, 26 de junio de 2008

canción de la recaída

Jugábamos a la salida
a los adolescentes impunes
vos eras tan fuerte
tan fuerte
como yo

Yo seguí en el juego
seguí tan fuerte
me toqué todas tus hermanas
y reí tanto, tanto
que no pude dormir

Hoy hay secuelas
en los vasos de caña
en las vías del tren
hay secuelas
en los exudados de tu piel

Un día creciste sin mí
pero en las recaídas decías:
“no entendés nada”
lo decías desde una altura
que te impedía chuparmelá

Yo no crecí pero me puse viejo
y le dije al peluquero:
“haceme un corte juvenil”
Entonces miré al espejo
y todavía no entendí

Intuí secuelas
en los vasos de caña
en las vías del tren
intuí secuelas
en los exudados de tu piel.

sábado, 21 de junio de 2008

Los mellizos

Todo había empezado tan bien y mi danza iba cada vez más suelta...
Había entrado igual que todos, por un pasillo muy largo, muy oscuro y muy angosto. Al final, un patio envolvía la casa. Al fondo, el pasto muy crecido, colchones de flores, la luna llena; pero sobre todo la desprolijidad del pasto era lo que daba a la fiesta su personalidad. El dj ponía temas de Bowie cada tanto y las chicas sonreían; algunas, entre carcajadas y grititos se animaban a más. Sí, como digo, todo estaba bien. Todo estuvo bien en realidad. Lo que sigue es sólo un detalle:
En la cocina suceden las cosas más raras y está siempre la chica más linda. No digo más linda y más flaquita porque sí, sino porque cuando hablábamos mi mirada se perdía en detalles de su cuello , de su nuca. Ella estaba con ellos, pero entre ellos estaba él, que era casi igual a ella: lindo y flaquito. Se me vino a la mente la novela Los Hechizados de Gombrowicz y en el cuello de ella vi una cancha de tenis donde ubiqué a los dos con raquetas y de blanco.
Él se me hacía el cancherito y me promocionaba su obra. ¿Me viste cara de burgués?, pensé decirle, pero no le dije; cómo iba a salir con semejante vulgaridad cuando él sólo estaba siendo 15 ó 20 años más joven que yo. Me los imaginé mellizos incestuosos; ellos me dijeron que eran algo así. Me imaginé sus nombres pero no se los pregunté para no arruinar las consonantes que me daban vueltas. Igual, más adelante en la fiesta vi que el incesto ya había pasado para ellos: él iba dando saltitos por los cuartos detrás de una chica siberiana de anchas espaldas que le sacaba una cabeza; tenía gesto de cachorrito en busca de una teta. Pero eso fue más adelante en la fiesta; en ese momento él quiso que ella lo abrazara y yo me fui de la cocina a continuar mi danza. Ella no. Después tuve una secuencia con una chica que decía diseñar muñecos futbolísticos, y fui al baño. Cuando salí del baño, los mellizos pasaron de la mano delante de mí, y entraron ellos. Como el vidrio de la puerta era esmerilado, decidí espiar sus sombras. Ninguna de las sombras se movió notoriamente. El tiempo pasó, alguien se impacientó y golpeó la puerta. Ella se asomó, puso una cara y volvió a cerrar. Al rato salieron apuntando a direcciones distintas, aunque él se detuvo de repente; su cuerpo perfectamente inmóvil, sus hombros apenas hacia adelante y a punto de largarse a llorar. Alguien más lo abrazó ahora; creo que era el chico que preparaba los tragos con Ron. El abrazo no se interrumpía y noté potenciado el germen de tristeza que me pareció que tuvo el abrazo anterior (el de la cocina). Me sorprendió tanto desamparo, tanta sensibilidad. Ella no. Ella al rato volvió y se quedó observando el abrazo a cierta distancia. Se tocaba un poco la nariz. El del Ron hizo un ademán para que ella se integrara a un abrazo de tres. Yo me sentí más viejo, pero esa tristeza me pareció tanta que no podía ser. ¿Cómo puede ser tanta tristeza, tanto desamparo?, me pregunté, y empecé a caminar descreído. ¿Qué es lo que aspiran ahora?, se me ocurrió a la vez pensar mientras me alejaba por el oscuro pasillo.

lunes, 9 de junio de 2008

A Monsieur Dinh

Alguien fija una meta
Alguien comenta un compromiso
Alguien se siente orgulloso
del tiempo y de la distancia
entonces la lluvia repite
la carcajada de Monsieur Dinh.
El viento sigue soplando
hay sonrisas que demoran
Tan linda es la muerte en el agua
fría y transparente de la gruta,
tan lindo el silencio de los grillos,
de las ranas,
de mis pasos.

sábado, 7 de junio de 2008

whisky sin amor?

Hablando de mismos errores, qué pretendo invitándola a tomar una schneider fuerte a las 6 y cuarto de la mañana cuando ya mis huesos no resisten. Antes me negué a la pastillita por la módica suma de 40 pe. En el cuarto todavía oscuro quedaba nuestra danza demodé en absurdo contrapunto con el bello vaivén de un manojo de quetaminosos. A qué juego sirviéndome un whisky a las 8? Sí, ganas tengo, pero... te parece?