jueves, 27 de enero de 2011

la droga y la princesa

Sus cabellos sujetos de una manera que afinan sus pómulos y rasgan sus ojos. La delicadeza en los modales de una princesa. Pienso en Leningrado y no en Petersburgo, quiero decir, en algo eslavo y nostálgico no importa donde se lo ubique, el pasado o el futuro.
Sé que nunca estuve ante una mujer tan bella.
Traza sobre un plato blanco unas cinco rayitas de un polvo blanco. Un poco de contraste le vendría mejor a la historia pero lo cierto es que el plato es casi tan blanco como el polvo.
Es noche afuera. Aquí, una luz muy tenue.
El canuto por el que aspira, es una pajita plástica cortada al medio. El contraste está acá. Creo que sería más acorde a fin de completar mi fantasía, que ella jalara por ejemplo desde una mínima cucharita de plata; sí, definitivamente algún metal pulido, una bombilla, no sé... Incluso el recipiente que contiene el polvo debiera ser un cofre metálico, y no un papel metalizado o una bolsita plástica. Es verdad, la sustancia es de suma pureza, razón por demás suficiente para su jactancia. Se diría que hasta siente orgullo por su “hombre”.*
Ella aspira y el cambio en su estado es sutil, una especie de resfrío, un erguirse apenas un poco más en la silla, una mirada indolente. Me conmueve que ni la altere mi presencia, me incomoda. Me digo que yo en su lugar sentiría pudor.
Ella inhala y confiesa verse opaca frente al espejo. Entonces what the fuck, pienso. Me siento insignificante, infeliz; quiero desaparecer, tal vez manejar otros 200km en la noche, no sé: no encuentro motivo alguno para permanecer.
Ella esnifa e insiste en hablar. Se me acerca con un pequeño tartamudeo, algunas palabras trabadas, nada grave, nada que altere el sentido de la escena. Ahora lleva el pelo suelto, y la luz de la vela genera oscuras y móviles sombras en su cara. Siento que un cadáver se me aproxima. Un cadáver bello, frío, de princesa. Un escalofrío, casi un miedo. Se sienta a una distancia y me habla como si yo fuera una pared. Sus palabras trabadas rebotan en mí. Lo que me penetra es algo que no comprendo, es la incomprensión misma como sustantivo lo que entra en mi cuerpo y hace estragos. En vez de escapar hablo con dureza. Soy cruel. Inocente pero insistentemente cruel. Ella acusa algún recibo pero está anestesiada. Mañana olvidará todo, ahora quiere dormir. Es preciso cambiar de droga; lo hace. Corre el tul que protege su cama. Se encariña de una manera peculiar. Quiere ser penetrada. La penetro. Su ano se abre con relativa facilidad, sin embargo tiembla con todo su ser. Lagrimea. Entro hasta el final, me acomodo, busco nuevamente su temblor, lo consigo. Es como una fiebre. Llora quejosamente y pregunta por qué lo hago. Digo que pensé que era lo que quería. Dice que sí, que lo quiere, pero llora más fuerte. Luego de un tercer, prolongado temblor le acaricio la frente, y al hacerlo me acabo.

* proveedor

martes, 4 de enero de 2011

es fémina

No podría determinar la especie
Pero fémina
Vegetal, animal
Araña casi
Humea a través de una larga boquilla
Calcula, traza estratagemas
Tozuda,
Da sus pequeños cuernos
Contra lo que encuentre
Horada superficies
No le importan las texturas
Ella va
Es fémina
Y espera.