martes, 7 de junio de 2011

carritos

Carritos colmados de santa ritas y otras plantas explotadas de flores, y colores; se mueven como tortugas en el frío otoñal de la ciudad. Mujeres bolivianas los llevan con una expresión, te diría, desencajada. Como si llevaran otra cosa, y no lo supieran o no lo quisieran ocultar. Desencajando. Mujeres bolivianas desencajadas; es que acaso ese color, esa vitalidad de sus plantas sea falso como este oficio del acarreo que parece haberles sido impuesto con arbitrariedad. Carritos: un falso oasis por las calles, una apócrifa alucinación.
Ellas se secan ahí; tanto esplendor vegetal sólo deja opacidad para sus caras. Pero esas plantas también tienen el color de la inconstancia, de lo poco perdurable; están destinadas a la estafa, a la muerte súbita en el jardín del ingenuo comprador.
El colorido no obstante es fuerte y mi mirada se detiene en un carro particular donde descubro a un niño de menos de tres años que duerme entre las plantas. Le da el sol en el cuerpo -quiero ser el niño-, sombra en la cara. Su madre se apresura a aclararme que está muy bien abrigado, como si ya hubiera sido juzgada por fertilizarlo de más. El colorido del gorrito de lana en perfecta mimesis con las flores. No puedo sino sonreír. Ella no lo hará jamás; ella lleva otras cosas en ese carro: Un reflejo potenciado de su mundo alrededor. Una búsqueda en el color similar a la del artista Marcos López. Entonces, ese niño, que indudablemente tiene bastante nitrofosca metida adentro. Y este oficio de comercializar la propia producción del vivero que parece tan arbitrario, tan ajeno al imaginario que el citadino tiene sobre el campesino boliviano, pero que seguramente fue necesidad de algún pionero inmigrante y marcó el destino de todo su linaje. Y esta perfecta composición de la escena con el niño durmiendo entre las plantas, junto a su madre seria, seca, cargando el reflejo de lo que la rodea, devolviéndole al mundo una planta de apariencia perfecta y casi de plástico, pronta a morir en los días siguientes a su venta, ya fuera del carro, en cualquier maceta, en cualquier balcón.