martes, 9 de junio de 2009

soltáme

-¡Soltáme!- dijo severa, terminante, como si él estuviera a punto de forzarla. Él aflojó un poco, sorprendido, ya que no notaba en su abrazo más que una ternura post coital, y entonces volvió a apretar con más fuerza. Ella repitió con un tono tan calmo como amenazante: -¡soltáme!- El tono de ella lo hería. El quiso pelear con la fuerza de su abrazo, o más bien resistir, pero luego de dos segundos se rindió: el tono y la mirada de ella eran imbatibles. Se sentó sobre la cama, la vista perdida; buscó su calzoncillo estirando un brazo bajo las sábanas y se puso las medias. Quiso apurarse, pero su lentitud era irrevocable. Luego de las medias, incluso hizo una pausa. Ella se puso la bombacha con aire triunfal. El semen le corría por la entrepierna; de pie sobre la cama, le daba su espalda a él. Parecía mirar la luz que entraba por la ventana, pero pronto desapareció de un salto. Él terminó de vestirse; una nueva pausa al ponerse de pie. Finalmente caminó hacia el baño. Salieron a la calle, mantuvieron sus silencios. Era domingo a la mañana. Él se anticipó al canillita y pidió dos diarios iguales. Le molestaba lo absurdo de la negociación. Su propia existencia le resultaba absurda y le molestaba. Estaba envuelto en un laberinto de absurdidad. Para ella en cambio, eran todos signos de la pasión. Una pasión que, sin embargo, siempre pasaba por los filtros de su mente. Una pasión que siempre requería motivos...
Y era esto lo que los volvía incompatibles.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

no, nada que ver. en tu ficción puede ser lo que quieras, pero la incompatibilidad está en otro lado. Es TU mente la que busca los motivos pasionales o no da cuenta de eso, este relato inverosimil?

furgoner dijo...

no sé como llega este mail a mi
si nunca comenté nada