lunes, 31 de octubre de 2005

¡Guau! Look at the moon

“Guau! Look at the moon.” O acaso: “Wow! Look at the moon.” Esto sería una especie de epígrafe, al que imagino pronunciado por una voz femenina, y en el que toda la poesía está contenida al punto que ya no tengo más nada que agregar, que explicar... Claro, ahí está: la poesía no se explica. Pero entonces, cómo hago.
“Guau! look at the moon” es una reacción espontánea luego de mirar a la luna que me sale en inglés, pero recién hoy me doy cuenta de que cada vez que miro la luna digo esto inconsciente o intuitivamente y en inglés. Y descubro que la frase pertenece a Kim, la mujer salvaje que siempre aullaba a la luna. Entonces, ¿qué es: sólo nostalgia? No, no es sólo nostalgia, este descubrimiento y su recuerdo no surgieron nostálgicamente. Surgieron de una parte íntima mía, que se me escondía pero ahí estaba, es parte mía; no es una nostalgia. Es la esencia de Kim arraigada en mi ser. O algo así; es como un tejido o varias lanas que se atan en un punto. Sí, de acuerdo, la nostalgia es una lana también, pero se cruza con otras lanas, con las palabras, con el tono de sorpresa ante la naturaleza, una sorpresa un tanto cliché también, pero que entra dentro de la idiosincrasia yanqui. La foto de los pelos rubios de Kim y el brillo de la luna en su piel suave. Suave. La piel de Kim es otra lana que se une en el momento exacto que sucede, acontece la poesía. Ahora: cómo juntar todas las lanas en el mismo punto para que la poesía se repita. Porque claro la poesía flota, tal vez rebota, pero lo del papel es otra cosa. En el mejor de los casos la poesía como aura envuelve al papel.
Y un amigo tenía razón en esta sola cosa al menos: Después de leer toda una parva de poemas, dijo: el que más me gusta es éste:
Deseo
Una flor azul acaricia tu pubis/ y eso es en todo lo que quiero pensar/ cuando te espere bajo la lluvia/ frente a la oficina de correos.
Rescribo esto de memoria y me pasan muchas cosas. Una es que después de tanto tiempo, vuelvo a sentir lo que sentí cuando lo escribía. Nunca me pasó esto antes. De lo que siempre me preocupé después fue: ver cómo sonaba, etc. Boludeces loco, pero el poema estaba ahí, esperando igual. Bueno. Mi amigo no se equivocaba porque me parece que descubrió entre toda la parva, la poesía en el único poema que la tenía.
Y alguien dijo -oficina de correos no sé qué-. Minga; “oficina de correos” fue una de las pocas cosas en mi vida de las que nunca dudé.

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