martes, 8 de abril de 2008

El hada de las palabras

Él ya había recuperado su botella de vino. Ahora corría en busca de su pata de cordero. El hada se acercó y le dijo –hay en tu hoja paréntesis en blanco, hay puntos y comas. Si uno tira de esos puntos y de esas comas, sale de cada uno de éstos una palabra.
El hada tomó una de las comas y con suavidad la desplegó hacia arriba en el aire puro del bosque. –Coleóptero –dijo. Luego tiró con un poco más de fuerza de un punto. A él le pareció leer “árbol de cerezos” y se apresuró a decir –no leo una sino tres palabras.
El hada comprobó su terquedad pero dijo benévola –en japonés es una; las traducciones son literales.
-¿Qué me pasa, por qué me voy a cualquier lado? –se preguntó el hombre-. ¿Es un sueño de Kurosawa? Tal vez, pero qué importa –se respondió-, lo que importa ahora es el movimiento del hada al extraer las palabras; después importará otra cosa.
El hada levantaba un poco el meñique cada vez que tiraba de un punto o una coma, y delicadamente corría la cabeza para un lado como si se fuera a tocar con la oreja el hombro.
Él se apuraba recorriendo mesas por el camino. El camino sombreado por los eucaliptos. Buscaba su cordero. El cordero se enfriaba, pensaba, o no lo pensaba pero suponía que pensaba, porque si no, ¿cuál era el apuro?
Al vino lo había recuperado en una especie de garaje, de la mesa de un tipo que estaba solo y totalmente pelado. No le reprochó nada al tipo; estuvo a punto, pero en lugar de perder el tiempo en peleas, le sirvió un poco en el vaso, le puso el corcho a la botella y salió. El flaco, pelado y solo tampoco habló, tampoco hizo gestos. Por qué el flaco, pelado y solo le había sacado la botella, no se lo preguntó. Tampoco se preguntó cómo lo había hecho sin que él lo viera.
Finalmente llegó a su mesa, donde el cordero conservaba una linda temperatura. Alguien lo esperaba cerca de su mesa a la sombra de un eucalipto, pero su figura estaba desenfocada por la presencia del hada de las palabras. El hada hizo el gesto como para extraer una palabra de un paréntesis en blanco. –¿Qué hay? –preguntó el hombre.
-¡Ah! –dijo el hada misteriosa- eso lo vas a tener que averiguar vos.
-Bueno, bueno –dijo el hombre ya más calmo y riendo.
Clavó un gran tenedor en la pierna jugosa del cordero. Del vino, ya descorchado sirvió tres copas. Los manteles eran a cuadritos, rojos y blancos. La figura femenina sentada a la mesa cobró más nitidez cuando el hada se elevó. ( )

No hay comentarios.: