domingo, 6 de junio de 2010

atrapados

Miro la abeja que no encuentra qué libar esta mañana y me recuerda la fiesta de anoche. La naturalidad con que se instala lo burgués en el centro; el burgués como centro absoluto. Y cómo estar más arriba en términos burgueses es sin darse cuenta, estar en el centro. El centro desprecia lo periférico, pero en las fiestas nos gusta alterar un poco las rutinas; será por eso que finalmente llega el humorista televisivo que por cuatro lucas te hace el show ininterrumpido de una hora por reloj que pasa como un rayo y da cátedra de espectáculo, y yo me sorprendo de mi propia risa y me pregunto si me reiré de lo mismo que el resto, y creo que sí, y luego me pregunto si alcanza para corrernos un poco del centro, y veo que no. Un piso diecinueve frente al río no está nada mal entonces. Pero hay una red en el balcón que no sólo nos recuerda que la luna tampoco puede ser luna, sino que además impide lo más importante y trascendente y revolucionario que es que el hijo del burgués -porque para el burgués ya es tarde- aprenda la humildad en el salto al vacío.

No hay comentarios.: